Entornos de trabajo seguros y su impacto en la salud mental de los colaboradores

Por: Jennifer Lantigua

La salud mental se ha convertido en un tema crítico para la sociedad en general, cada vez, vemos más personas padeciendo de depresión, ansiedad, estrés crónico, insomnio recurrente, incapacidad para concentrarse; trayendo consigo una cadencia de sucesos que terminan impactando negativamente en todas las áreas fundamentales del individuo. Llegando a afectar sus relaciones, trabajo, finanzas, familia, salud, e incluso, su espiritualidad.

Saber gestionar el estrés y la presión constante, se ha convertido en un verdadero superpoder que como individuos nos hemos visto en la obligación de desarrollar. Las circunstancias retadoras están permanentemente disponibles y expectantes a ser atendidas y gestionadas, nosotros somos quienes decidimos cómo abordarlas.

 Desde realizar toda clase de ejercicios físicos, sesiones de meditación, clases de mindfulness, talleres de respiración consciente, conexión con la naturaleza; son solo algunas de las estrategias que el individuo ha ido adoptando para poder palear el impacto constante y recurrente que esta presión suele ejercer.

Todos conocemos a una o más personas que están pasando por un proceso retador de salud mental o de estrés crónico, o quizás somos nosotros mismos quienes lo estamos atravesando y surge una pregunta fundamental: ¿Qué papel juegan las organizaciones en este tema? ¿Cómo, desde las empresas y desde cada uno de nuestros roles, contribuimos a proteger —o a deteriorar— la salud mental de quienes nos rodean?

 Este deterioro lo promovemos cuando las personas están expuestas a trabajos poco seguros  e insanos, por la falta de estructuras efectiva, liderazgo poco empático, sobrecarga laboral, horarios excesivamente prologados y rígidos, entornos de trabajo hostiles, culturas organizaciones donde el comportamiento negativo está permitido, discriminación, roles de trabajo poco definidos, baja remuneración, demandas laborales insostenibles, que terminan generando conflicto para conciliar la vida personal y laboral, etc.

Todo esto afecta el rendimiento y termina alejando a las personas de su propósito laboral y personal.

¿Cómo construir entornos psicológicamente seguros?

Afortunadamente, el cambio sí es posible. Promover entornos saludables requiere compromiso y acción en todos los niveles de la organización:

Desde la organización lo conseguimos, promoviendo e impulsando un entorno de trabajo respetuoso, facilitando espacios de escucha y crecimiento de los colaboradores, ajustando las cargas de trabajo y haciéndolas más realistas y sostenibles, capacitando a los líderes en habilidades blandas, revisando las políticas de pagos y asegurándonos de que sean justas, propiciando un espacio de trabajo seguro, donde las personas puedan expresar su punto de vista sin temor a ser juzgadas, respetando la diversidad de intereses y de personalidad, generando un ambiente de flexibilidad moderada, entre otras.

 Desde el liderazgo, lo conseguimos al interesarnos auténticamente por nuestros subordinados, entendiendo su dinámica personal y familiar, extrayendo lo mejor de cada uno y centrándonos en lo que mejor saben hacer, no en lo que les falta. Respetando sus tiempos e interesándonos por sus metas y objetivos, buscando que estas se articulen con los objetivos de la organización.

Desde nuestro rol como compañeros, lo hacemos, siendo empáticos con los demás, ya que todos están librando sus propias batallas internas que solo el que las lleva las conoce, buscando siempre aprender del otro (así sea algo pequeño), preguntándonos, cómo esta persona me puede enseñar a ser mejor (ya sea porque me inspira con su compartimento a copiarlo o a evitarlo), aprendiendo a escuchar, muchas veces queremos ser escuchados, pero pocas veces tenemos la paciencia suficiente para saber también escuchar a otros y ese pequeño gesto,  puede hacer toda la diferencia.

Desde el individuo, priorizando nuestra salud física y mental, destacando lo positivo de nuestro trabajo, visualizando las posibilidades de seguir creciendo profesionalmente, viendo cada problema como un reto o acertijo que debe ser resuelto, siendo curiosos y buscando aprender siempre algo nuevo, interesándonos en aprender de otras áreas distintas a la nuestra, sabiendo que, con cada interacción, no solo contribuimos a la organización, sino que también nos fortalecemos como persona.

En definitiva, cuidar la salud mental dentro de las organizaciones no es responsabilidad exclusiva del área de Gestión Humana, sino un compromiso compartido. Cada acción, cada conversación y cada decisión puede contribuir al bienestar colectivo.

Si eres líder o miembro directivo, tu influencia es poderosa: promueve políticas y comportamientos que prevengan el desgaste emocional.
Si eres colaborador, recuerda que también tienes el poder de crear ambientes más humanos, seguros y respetuosos.

Porque al final, cuidar la salud mental es cuidar la vida misma —la tuya, la de tu equipo y la de toda la organización.

Entonces, vale la pena preguntarse:
 ¿Eres un impulsor o un detractor de la salud mental dentro de tu entorno laboral?


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