Fraseando a la filósofa Adela Cortina, vivir de forma proactiva ganando el futuro implica una decisión personal que marca la forma de vivir y de convivir con otros para hacer que las cosas pasen, en vez de solo esperar a que ocurran y dejarse llevar.
Los tiempos recientes han estado marcados por una exigencia de la sociedad de que haya cambios en las formas de hacer las cosas para que podamos garantizarnos un futuro de calidad.
Cuando se hizo la Declaración Mundial de los Derechos Humanos (1948), en momentos muy complejos de la historia de la humanidad, se dio un paso importante hacia el fortalecimiento de la conciencia social. Han sido años tratando de lograr que tales derechos sean asumidos a nivel global a través de las legislaciones y de los gobiernos, una tarea que, en buena medida, sigue pendiente. Aun así, ha sido una base para el reconocimiento propio y de los otros, con las huellas que vamos dejando, lo que es clave no solo en el plano personal sino también en el empresarial.
No en vano llevamos varias décadas escuchando que es necesaria una actuación responsable de parte de las empresas, que mida las consecuencias. Es decir, levantando la mirada del cortoplacismo para ponerla en una perspectiva más larga, que es la base de la sostenibilidad. Los criterios ASG (ambiente, social, gobernanza) son fundamentales en este enfoque.
Cómo manejarse
Pensar en los otros puso en el tapete la relación de las empresas con sus grupos de interés haciendo que el negocio en efecto siga su curso, creciendo y agregando valor, pero atendiendo las necesidades de todos y fomentando verdaderas relaciones comerciales sostenibles. En el camino, y bajo esta perspectiva, han ido cobrando peso elementos ambientales como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, sociales como el respeto a los derechos humanos y laborales, y de gobernanza como la transparencia y la ética en la gestión empresarial.
Las empresas se han ido preocupando cada vez más por cómo manejarse al respecto, unas de forma consistente; otras, lamentablemente, de manera aparente y fatua. Estas últimas pierden la oportunidad de generar resiliencia y viabilidad a largo plazo para sus negocios.
Y es que definir esa forma de manejarse les permitirá a las empresas transitar las turbulencias del entorno, donde la única certeza es la incertidumbre en medio de la cual les toca seguir operando. De allí que lo mejor para todos es hacerlo de forma responsable procurando mejores resultados en el tiempo.
No se trata de sólo hacer lo propio sin atender a lo que nos rodea sino de entender que todo acto tiene consecuencias, por lo que hay un complejo tejido de acciones y reacciones impactando vidas, incluyendo la propia, de manera constante.
La oportunidad de futuro involucra un real cambio de actitud, más que una moda o un rotulado inspirador en las paredes del edificio corporativo, porque ser parte implica una actuación comprometida y proactiva, que facilite obrar de la manera debida por el bien de todos.
No podemos permitirnos ser meros espectadores. A fin de cuentas, hacer que las cosas pasen es una decisión individual.
