Muchos suelen centrar sus esfuerzos en la actualización de conocimientos técnicos y en el logro de certificaciones para lustrar sus perfiles de LinkedIn, a la espera de garantizarse mejores oportunidades ante un potencial empleador.
En este sentido tiene un gran peso la avasallante evolución de la Inteligencia Artificial. De hecho, en el estudio “The Future of Jobs Report”, del Foro Económico Mundial, se destaca que 75% de las empresas adoptarán sistemas de inteligencia artificial de acá a 2027, lo que mete presión para aprender cómo funcionan las herramientas de IA y adoptarlas para no quedarse fuera de la jugada.
Pero las habilidades duras, o adquiridas a través de la capacitación y la ejecución de funciones, no son las únicas que se requieren para lograr el objetivo en la actual complejidad del mundo, que se transforma de manera acelerada y al que no es fácil llevarle el ritmo.
Hoy, además de la permanente adquisición de conocimientos y de experiencia en nuestras funciones, se necesitan las habilidades blandas, vinculadas más con el individuo, su forma de interrelacionarse y adaptarse a los otros y a su propio entorno. Los individuos precisan ser resilientes frente a tanta inestabilidad, empáticos dada la zozobra constante que el entorno impone, flexibles ante los cambios que se producen y que no muestran lógica alguna; y, por tanto, intuitivos y analíticos ante lo incompresible.
El peso de este último tipo de habilidades viene creciendo de forma progresiva y así lo muestran diversos informes de firmas especializadas en talento humano, porque los empleadores están claros en la importancia que para el futuro de sus negocios tiene contar con pensamiento analítico y crítico, y capacidad de resolución de problemas. Vale decir que se trata de destrezas que marcan la diferencia entre los humanos y la tecnología.
Pensar, ¿dónde me apunto?
Según el reporte del Foro Económico Mundial, el pensamiento analítico destaca entre las habilidades prioritarias más valoradas para lo que resta de década.
Se suele ver la acción de “pensar” como algo natural del ser humano y se da por hecho que ocurre, ya que las personas combinan ideas, revisan la información y llegan a conclusiones. Pero las habilidades de las que estamos hablando acá demandan más profundidad y no todos las han desarrollado.
Habrá quien se pregunte dónde dan clases para obtener un certificado de “pensamiento analítico” o de “pensamiento crítico”. Los cursos existen, pero no se trata solo de cumplir una formalidad, sino de tomar consciencia de lo que está involucrado en el proceso de pensar, porque el desarrollo tanto de esta habilidad como de otras soft skills involucra conciliar destrezas interpersonales y de razonamiento, a tono con un proceso interior de cada individuo.
Lo cierto es que hay maneras de avanzar en esa dirección:
- Lo primero es revisar la forma como se consume la información y por cuáles tamices pasa antes de formular un juicio.
- Se debe desarrollar la curiosidad y la búsqueda de datos (o de información) para contrastarlos, valorarlos y conectarlos con otros.
- Prestar atención a los detalles, más que a las generalidades, tratando de observar y de descubrir los matices.
- En esencia, la capacidad de análisis se construye a partir de la observación y de la escucha permanente para obtener conocimiento del entorno y de la propia experiencia. Implica además saber combinar adecuadamente la valoración de lo obtenido de los hechos que marcaron el pasado y de las variables clave del presente con el sentido intuitivo para construir, desde estas bases, una mirada del futuro.
- Y un punto fundamental en este ejercicio, que lleva además al pensamiento crítico, es entender que hay múltiples puntos de vista y hay maneras diversas de hacer las cosas.
Estas son habilidades que ayudan a entender el mundo y, precisamente, eso es lo que las empresas necesitan: personas que les asistan para resolver problemas, desarrollarse y enfrentar los desafíos, por lo que las llamadas habilidades “blandas” lucen hoy más “duras” que nunca.