En 2025, la sensación de inestabilidad no ha cedido. La fragmentación geopolítica, los ajustes en las cadenas de suministro, las disputas entre potencias, la inflación persistente en algunas regiones y las respuestas proteccionistas en otras dibujan un entorno de alta complejidad. A eso se suma una ciudadanía más activa, más escéptica, y un entorno informativo que premia la inmediatez antes que la veracidad.
Según el Trust Barometer 2025 de Edelman, cuatro de cada diez personas consideran el activismo hostil como una vía legítima para impulsar cambios en la sociedad. Incluso hay quienes creen que la desinformación deliberada es un recurso válido dentro de ese activismo. Lo que ayer era una certeza, hoy es una incógnita. Y lo que parecía lejano, ahora tiene consecuencias locales inmediatas.
Hoy se puede observar que no estamos frente a una crisis puntual, sino ante una nueva etapa de reordenamiento geopolítico. El orden internacional, que durante décadas funcionó con relativa estabilidad, hoy se reorganiza. Hay nuevas esferas de influencia, ajustes de poder, redefinición de prioridades nacionales y un mercado global cada vez más condicionado por factores ideológicos, no solo económicos.
En este escenario de múltiples fuerzas en tensión, muchas empresas están sintiendo la presión. Y, con ello, aparece una tentación peligrosa: la de entrar en pánico, improvisar o, peor aún, traicionar su propio camino.
Las organizaciones que deseen sostener su legitimidad deben actuar con propósito, mantener su narrativa estratégica y comunicar con inteligencia. Porque si algo se vuelve valioso en medio del ruido, es la capacidad de transmitir coherencia.
Tres principios que se vuelven urgentes
1. Transmitir con claridad
En entornos de incertidumbre, las palabras no son accesorias: son herramientas de estabilidad. Hoy las audiencias no solo escuchan lo que decimos, también cómo lo decimos. El lenguaje debe ser preciso, sobrio y visionario. Claridad no significa rigidez; significa responsabilidad comunicacional.
2. Posicionarse con coherencia
Ningún discurso sobrevive sin acciones que lo respalden. Cambiar de tono cada semana o adoptar posturas oportunistas socava la legitimidad. Quienes se mantienen fieles a su propuesta de valor y principios fortalecen el activo más difícil de construir y más fácil de perder: la reputación.
3. Construir legitimidad y blindar la confianza
No se puede —ni se debe— gustar a todos. Pero sí se puede ser consistente. En tiempos complejos, la confianza no se gana siendo complacientes, sino siendo congruentes. Ese 20% que ya cree en una empresa es un escudo. Y del 60% que observa, muchos valoran la honestidad como una señal de seriedad. Esa percepción es estabilidad. Y la estabilidad, en 2025, es una ventaja estratégica. El restante 20% probablemente nunca nos apoye, y eso también es parte del juego.
Valor real, con eficiencia
Desde esa base de confianza, viene lo esencial: demostrar cómo se crea valor real. No cualquier valor. Valor con eficiencia financiera, resiliencia operativa y decisiones que resistan el escrutinio. Decisiones que no solo respondan a la coyuntura, sino que reflejen fidelidad al propósito institucional.
Más que nunca, es momento de regresar al origen: ¿para qué estamos aquí?, ¿qué nos hace distintos?, ¿qué le prometimos al mercado y cómo lo estamos cumpliendo?
Ser fieles a esas respuestas no es un acto de nostalgia. Es una estrategia de supervivencia y de liderazgo. Porque cuando todo parece moverse, lo más inteligente es tener los pies bien puestos en el suelo, y la mirada clara en el horizonte.
